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parrandas remedianas

Parrandas Remedianas: La más vistosa de las fiestas nacionales cubanas

Truenan los timbales, y el cielo arde de fulgores. Grita el pueblo admirado al ver como se ilumina de a poco la primera carroza. Responde el barrio oponente prendiendo los candiles que advierten un diseño aún más osado; pero los adversarios ripostan, e iluminan un nuevo segmento de su castillo de luces.

Se siente la ovación colectiva que se ahoga enseguida por el bombardeo de fuegos de artificio, que lanza el bando contrario. Inicia así la noche más larga y bulliciosa de todo el año cubano, se desparrama el delirio, San Juan de Los Remedios está de parrandas.

Por siglos, la Octava Villa fundada por los españoles en la isla ha sido la oficiadora de la más antigua y vistosa de nuestras celebraciones, una de las tres Fiestas Nacionales, junto a la Charangas de Bejucal y el Carnaval de Santiago. En esta comarca villaclareña, ubicada a 325 kilómetros de La Habana, podrás encontrar la nochebuena más espectacular que hayas podido soñar.

Pero todo comienza muchos antes. A decir verdad, los remedianos viven su festividad a lo largo del año, cuando conspiran ocultamente, poniendo a prueba su habilidad creadora en los trabajos de plaza y las carrozas, maravillas que cada uno de los barrios mantendrá en secreto hasta el 24 de diciembre.

La noche anterior casi nadie duerme, y el que lo hace, llegada la fecha, desde las cinco de la mañana abandona la cama cuando una diana mambisa pone de pie a toda la legendaria villa cubana. Minutos después, y como himnos de guerra se escuchan las congas de cada bando, que son el preludio de un fuego pequeño. La guerra entre los barrios de San Salvador y El Carmen ha comenzado.

 

Parrandas Remedios

 

El visitante ha de saber que la hostilidad se toma muy en serio, incluso hay quienes se distancian de familiares y amigos si aquellos son de bandera contraria. Luego, a las 4 pm se intensifica el tiroteo de voladores, morteros y palenques, turnándose cada barrio de manera respetuosa cada 15 minutos. Es el momento del tradicional “saludo”, oportunidad que utiliza cada bando para tener una idea exacta del pertrecho de fuegos del que dispone su oponente.

Un constante ajetreo viven los villareños, tanto los que afanosamente levantan las carrozas, como los simples espectadores y turistas, que van de un extremo al otro del parque central, para ver cómo se van conformando los fabulosos constructos.

Una vez que las campanas de la iglesia Parroquial Mayor dan las nueve de la noche, la adrenalina se dispara. El pueblo queda en penumbras y cada bando enciende de a poco los prolijos diseños de sus trabajos de plaza. Ante la osadía creadora de los primeros, responden los segundos, y luego continúa la riposta. En pocos minutos rutilarán totalmente los dos colosos lumínicos, exhibiendo complejos e ingeniosos diseños.

Retornan los fuegos. Del cielo de la pequeña comarca desaparecen las estrellas, la densa atmósfera huele a pólvora, y entre los contendientes se respira revancha. El barrio que más y mejores artificios lance se llevará varios puntos de ventaja, aunque sabido es que el plato fuerte llegará después.

Si bien los remedianos permanecen estoicos bajo su cielo de fuego, cientos de temerosos visitantes, provenientes de disímiles latitudes, corren a refugiarse en los pocos espacios que quedan libres. En la villa de 500 años no cabe nadie más, un tumulto increíble ha colmado los portales corridos para cobijarse con los vetustos techos de teja.

Tras la Misa del Gallo a las 12 am, cuando las campanas repiquen nuevamente la suerte estará echada, llegarán a su punto culminante las parrandas, y se desatarán todas las emociones contenidas por 364 días. En el cielo ahora sí llueven literalmente los fuegos, mientras debajo, en la tierra, las preciosas carrozas de tema fantástico, mitológico o histórico se han engalanado hasta el tope y comienzan su marcha alrededor de la plaza central.

El desfile puede durar horas, y ha de culminar con el enfrentamiento cara a cara de los dos palacetes rodantes, preñados de luces, colores, muñecones y extravagantes disfraces. Mientras tanto, carmelitas y sansaríes vociferan orgullosos sus cánticos de victoria, confiados cada uno de ellos en que su muestra ha sido la mejor.

De origen religioso

Cualquiera podría temer, que el amistoso combate alcanzara ribetes más trágicos, pero no, sin haber un juez imparcial que arbitre en el conflicto, son los propios visitantes los que otorgan la victoria sumándose al bando que luzca, cante o baile mejor. Cuando ya resulta bien evidente de qué lado se ha ido la victoria, a las seis de la mañana y todavía con congas, algún fanático trepará a lo más alto del trabajo de plaza e izará la bandera de su barrio, el ganador.

Por muchos años ha sido así, toda Cuba se vuelca a disfrutar de las Parrandas Remedianas, una celebración folclórica, que tuvo su precedente en el siglo XVI, cuando el padre Francisco de Quiñones, ante la ausencia de feligreses a la llamada Misa del Gallo, ideó que los muchachos del pueblo despertaran con matracas, pitos, fotutos, y gangarrias a los vecinos, obligándolos a acudir a la ceremonia religiosa.

Lejos estaba el sacerdote de imaginar que su iniciativa sería el germen de una de las tres fiestas nacionales cubanas que, al fusionar la música con la danza y los oficios tradicionales, se han reconocido además como Patrimonio Cultural de la nación.

Si el visitante quiere disfrutar de tan bello festejo, ha de saber que es preciso reservar en la villa con bastante anterioridad. Si bien existen varios y elegantes hoteles en Remedios, lo cierto es que todos los hospedajes colapsan ante el desmedido arribo de turistas, que no quieren perderse la noche más larga y bulliciosa de todo el año cubano.