Skip to main content

Playa blanca en Baracoa, un delicioso remanso de paz

A solo dos kilómetros de la ciudad de Baracoa, en la provincia Guantánamo, cruzando el puente sobre el río Miel, se halla la pequeña y tranquila Playa Blanca, de arenas claras, con su estrecha y encantadora entrada entre rocas, que se va abriendo para dar paso a las azules, cristalinas y cálidas aguas del mar.

El mencionado puente fue dañado durante el paso del huracán Matthew por la región en 2016, por eso el camino hacia Playa Blanca se produce generalmente a través del caserío aledaño, donde es posible intercambiar con los lugareños.

La playa es realmente hermosa y no muy concurrida. Un verdadero remanso de paz, ideal para relajarse, nadar, practicar snorkeling y disfrutar de las vistas espectaculares de la ciudad de Baracoa, también llamada Villa Primada, por ser la primera urbe que tuvo el país, que le da nombre al municipio en el cual está enclavada y al Yunque una montaña que forma parte de la identidad del territorio y que asemeja a la pieza usada por los herreros.

Como está ubicada en un área protegida, se exige pagar una pequeña cuota antes de acceder a Playa Blanca. Algunos habitantes de la zona acuden en ocasiones allí a ofrecer sus servicios de masaje. También es posible degustar el almuerzo que elaboran. Pero esto debe ser previamente coordinado con ellos.

Otra delicia que se pone a disposición del visitante son las sabrosas barritas de chocolate, confeccionadas con cacao del lugar y los exquisitos cucuruchos, hechos de la mezcla del coco con otros frutas, los cuales son auténticos de esta región.

En días de mucho oleaje se aconseja tener precaución al atravesar el pasaje entre rocas, pues resulta fácil golpearse contra ellas debido al brusco movimiento de las olas. En esas ocasiones es preferible detenerse a observar bajo la sombra de un árbol cercano, el magnífico panorama que esa entrada, el mar, el cielo y el sol obsequian. Resulta un cuadro de extraordinaria belleza que queda impreso en la memoria con el olor a marisma y el sonido del mar y en muchas cámaras también.

Y ese es precisamente el principal regalo de Playa Blanca: un día sencillo, tranquilo e inolvidable, en un pasaje digno de un óleo, pero disfrutado en vivo y con todas las fuerzas de nuestros sentidos.