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Boulevard de Bayamo, arte a la intemperie

No hay en toda Cuba un boulevard como el de Bayamo. Quizás no tenga la capitalina concurrencia del Boulevard de Obispo en La Habana, o la despejada modernidad de su similar de Cienfuegos, pero el bayamés resulta una verdadera galería de arte a cielo abierto, un reto constante a la creatividad.

La segunda villa fundada en la isla por el conquistador español Diego Velázquez, y ubicada en el oriente, a 125 kilómetros de Santiago de Cuba, tiene sobrados atractivos que mostrar.

Si bien muchos visitantes llegan hasta aquí buscando los anunciados encantos de la vetusta urbe, les termina sorprendiendo un paisaje citadino que rebasa la magia de sus icónicos quitrines, y que conjuga de manera armoniosa patrimonio y modernidad.

Su centro histórico, favorecido por añosas edificaciones que datan de1513, concierta los innegables valores patrimoniales de la villa con un boulevard que ofrece nuevos matices artísticos a la legendaria ciudad.

En nuestros días ese espacio se erige por derecho propio como otro de los míticos encantos de una urbe, reconocida como la Cuna de la Nacionalidad Cubana, por ser la tierra donde se compuso la letra del himno nacional (Himno de Bayamo), o donde se iniciaron las guerras por la independencia nacional, entre muchos otros acontecimientos históricos que forjaron el patriotismo cubano.

Quien se adentre en sus fabulosas calles, no podría imaginar que una vez toda la ciudad ardió en llamas, ante la amenaza de ser reconquistada por las tropas españolas en enero de 1869. Sus pobladores prefirieron incendiarla antes que volviera a ser esclava.

Una de esas céntricas calles, devenida boulevard, regala al visitante la sorpresa de lo inaudito. Como si algunos genios locos del arte hubieran hecho de las suyas por allí, fachadas, bancos, jardineras, cestos o arbustos tienen una cara novedosa que mostrar.

Los postes del alumbrado público, son la pintura que se escapa de gigantes tubos de acrílico, y un sin fin de esculturas, murales o instalaciones, decoran las cuadras más transitadas de la capital granmense.

Lo que hasta ayer fueran los antiguos palos del teléfono, se han tallado hasta convertirlos en verdaderas obras de arte, mientras que las baldosas del suelo nos recuerdan exquisitos lienzos de la vanguardia pictórica nacional.

Este agregado urbanístico consiste en la sucesión de pequeños y acogedores parques que se han decorado con el buen gusto que brota de las creaciones más genuinas. Aquí el deleite le roba protagonismo al descanso, pues no solo reposa el cansado caminante, sino que se ve obligado a admirar la belleza de su entorno.

Ya al final de ese paseo se encuentra un hermoso parque donde resaltan las estatuas dedicadas a Perucho Figueredo, creador del himno nacional y otra a Carlos Manuel de Céspedes, el padre de la patria.

Precisamente a esta última figura, que protagonizara en 1868 el grito de independencia de España, le está dedicado en dicho boulevard un museo, que atesora algunas de sus pertenencias y documentos, así como otros objetos y reliquias de las luchas por la liberación nacional, y del que fuera el primer territorio libre de la isla de Cuba.

Pero si de museos hablamos, otro radicado aquí, y sin dudas el más popular es el Museo de la Cera, donde es posible deleitarse con las imágenes de importantes figuras de la historia y la cultura nacional, eternizando su presencia también desde la corporalidad.

Y por si todo esto fuera poco, agradecemos la profusión de las más diversas ofertas gastronómicas y oportunidades para pasar un buen rato en familia, o entre amigos, sin salirse la ciudad.

En una populosa esquina se encuentra una cremería, y justo enfrente otra muy peculiar destinada a los niños, con los más suculentos caprichos en formas de golosinas, y a partir de frutas tropicales diversas.

Igualmente destacan otros establecimientos de gran aceptación por el visitante, como el restaurante de mariscos y productos del mar, justo a su lado el de comida vegetariana, al frente otro de platos criollos, y más adelante una casa para los productos lácteos. Lo mejor de toda esa larga lista es la calidad, y sus precios bien aceptables y en moneda nacional.

Y es que en este pedazo de Cuba hasta los más mínimos detalles se han tomado en cuenta para agradar tanto al visitante como al natural. Constituye una evidencia de cuánto puede hacerse con pocos recursos, pero derrochando ingenio y creatividad, cuando se quiere engalanar el terruño donde hemos nacido.

No obstante, vale la pena salirse del boulevard, y recorrer la ciudad de San Salvador de Bayamo, será un inmenso placer para quienes gusten de la historia o busquen un merecido descanso lejos de las urbes más bulliciosas.