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Esperando la guagua en La Habana

El horario pico en La Habana

El horario pico se le llama en Cuba a las horas en que los ciudadanos se dirigen hacia sus centros de trabajo o estudio y a aquellas en las cuales regresan a casa.

Comprende desde las siete hasta las nueve de la mañana aproximadamente y en la tarde de las cuatro a las seis. Durante estas horas en La Habana, Capital de Cuba y ciudad más poblada de la isla– con más de dos millones de habitantes– resulta un verdadero reto poder “montarse en una guagua” (tomar el autobús) o a un taxi y llegar al destino deseado.

Claro, esto es parte de la historia cotidiana de los cubanos de a pie (los ciudadanos comunes de recursos económicos limitados). Los turistas, y los nacionales que pueden costearlos, tienen la opción de viajar en otros medios más cómodos, pagables en la moneda libremente convertible conocida como CUC. Un peso de esta equivale a veinticinco pesos cubanos CUP.

Pues muchos habaneros tienen que volverse corredores de cien o doscientos metros, esa es la distancia de la parada donde se detienen muchas veces los ómnibus ya repletos; y a quienes quieren llegar temprano, pues no les queda más remedio que emprender una intensa carrera a toda velocidad para poder tomarlos.

Luego es muy probable que la guagua vuelva a detenerse en la parada (si hay allí algún inspector encargado de reportar al respecto) y continúe rellenándose de personas que se apretujan, mientras el chofer y los que aún no han subido arengan a los que ya están arriba para que sigan caminando y apiñándose a fin de que todo el mundo quepa: “vamos señore’(s) moviéndose que todavía queda gente por subir”; “Caballero’(s) sigan pa’trá’(para atrás) que ese pasillo está vacío”. Hasta que finalmente arranca (echa a andar) muchas veces con las personas colgando en las puertas como racimos humanos.

En otros casos, además de parar fuera de la parada, es posible que frente a esta pasen de largo (sin detenerse) varios ómnibus, tal vez porque en realidad no cabe nadie más, o simplemente porque los chóferes no quisieron hacer lo correcto.

Guagua

 

Y podría pensarse que esto sucede sólo con los autobuses porque su precio es de solo cuarenta centavos de peso cubano (menos de un centavo de CUC). Pero no es muy distinto lo que ocurre con los taxis que cuestan cinco, diez y veinte pesos (de veinticinco, cincuenta y ochenta centavos de CUC).

En la Calzada del 10 de Octubre, perteneciente al municipio homónimo, una de las más transitadas de la ciudad, se suceden a esas horas caravanas de taxis de todo tipo, que pasan completamente llenos frente a las personas que permanecen a veces por más de una hora haciendo señas infructuosamente.

A Vedado o Habana Vieja

Por cierto, el sistema de señas el algo muy curioso y simpático, y por supuesto, es del dominio de chóferes y clientes. En la citada calzada, por ejemplo, si apuntas con el dedo hacia la derecha indicas que vas hacia el Vedado, el barrio más céntrico y moderno de la ciudad. En cambio, si indicas hacia la izquierda, es porque quieres ir a la Habana Vieja, Casco Histórico de la urbe declarado Patrimonio Cultural de la Humanidad por la UNESCO.

De modo que si no eres habanero o no conoces la ruta, será mejor que preguntes antes de subir a un taxi, no sea que termines en el lugar contrario al quevas

Hay quienes prefieren dirigirse a los semáforos “a pedir botella” (pedir un aventón, solicitar a los chóferes que los adelanten) y allí también encuentra una multitud de personas haciendo lo mismo. Este es también un curioso y habitual modo de transportarse en la Ciudad Maravilla del Mundo como fue declarada La Habana en 2016.

La verdad es obvia, la situación del transporte público es crítica a esas horas. La oferta no satisface a la demanda. No son suficientes ni los cientos de ómnibus urbanos chinos y rusos que se mueven por la urbe, ni los almendrones (autos americanos de los años cincuenta del pasado siglo), ni los taxis ruteros (carros modernos y autobuses pertenecientes a las llamadas cooperativas no agropecuarias o pequeñas empresas cubanas y a entidades estatales), ni los carros particulares, e incluso del Estado que deciden aprovechar la ocasión para “hacer un dinero”.

Moverse en La Habana en el horario pico es casi una hazaña quijotesca. Así que cuando le escuches decir a un cubano “ahora tengo que fajarme con una guagua”, ya sabes de qué parte de su día está hablando.