Skip to main content
Cementerio chino

El paseo de los turistas por el cementerio chino de La Habana

La Habana tiene innumerables atractivos para los visitantes, y entre las joyas del arca patrimonial de la nación sobresale el Cementerio Chino de La Habana, un camposanto inaugurado en 1893 y único sitio del país que conserva la práctica milenaria del culto budista a cielo abierto.

Cada vez hay más turistas interesados en acercarse a estos sitio para apreciar el patrimonio material e inmaterial que yace en él. Esta necrópolis declarada Monumento Nacional, es la última morada de quienes terminan su vida lejos de su amada tierra y bajo el sol del Caribe.

Su construcción estuvo en correspondencia con el desarrollo de la colonia china, cuando América fue destino de esta migración masiva de culíes traídos como alternativa a la falta de brazos esclavos por la abolición de la esclavitud.

Del origen de esta necrópolis se dice que en diciembre de 1882, el primer cónsul chino en La Habana, Liu Liam Yuan, comenzó los trámites oficiales para erigir el primer cementerio de su comunidad, según refieren los historiadores y la Iglesia Católica se negó y provocó que el permiso solo se concediera 11 años después.

Se trata de un sitio especial, una inhumación en esta necrópolis representa más que un simple enterramiento, pues para los asiáticos es muy importante el ascenso de su alma al morir, y que su espíritu goce de buena salud. Y por ello que por eso solicitan la siembra de plantas sobre el montículo de tierra que cubrirá sus restos mortales.

Los futuros difuntos eligen la especie de planta de su preferencia y la disposición de estas en la cripta a partir de su voluntad pueden ser cortadas al cumplirse el primer año del fallecimiento.

Muchos investigadores que estudian el tema de la muerte, a partir de la cosmovisión de los asiáticos, indican que al cumplirse el primer año de la muerte los seres queridos los familiares queman incienso, encienden velas y colocan ofrendas de alimentos sobre un altar.

La gran mayoría de los pueblos de esa porción del mundo creen en la inmortalidad del alma y respetan el hecho de morir, al punto que practican siete períodos de luto de siete días cada uno. Estos funerales se efectúan en forma de cremaciones o entierros, en el segundo caso después de transcurrir siete años se realiza un ritual en el que los huesos serán exhumados, limpiados y vueltos a enterrar.

En el cementerio chino de la Habana pueden verse muchas esculturas de leones, animales que según el budismo espantan a los malos espíritus, obeliscos con inscripciones en mandarín y en ciertas fechas especiales, como el Año Nuevo Chino.

En este lugar de reposo eterno descansan asiáticos que se destacaron en las gestas independentistas, parte imborrable del patrimonio nacional cubano, donde sus hazañas en combate han adquirido niveles de leyenda, maestros, médicos y artistas, entre otros.

Las hojas metálicas, exclusividad de este camposanto, identificaban el nombre del difunto en chino y español, edad y, en algunos casos, la profesión. Mientras llama la atención a la vista el arbolado, el cual responde al equilibrio y la armonía con la naturaleza propia del pensamiento filosófico chino.

El Cementerio Chino de La Habana es una de las joyas patrimoniales de la Isla, merece una restauración que le preserve por lo que atesora y continúe llamando la atención de nacionales y turistas que la visitan.