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La Giraldilla, uno de los símbolos más antiguos y queridos de La Habana

La Giraldilla es una veleta fundida en bronce con forma de mujer que coronó por siglos la torre del Castillo de la Real Fuerza, en el Casco Histórico de La Habana y que hoy se preserva en un salón del Palacio de los Capitanes Generales.

En las guaguas (ómnibus colectivos) de la capital, en el logo de su equipo de béisbol: Industriales; en las etiquetas de todas las marcas del ron Havana Club, como estatua viviente en la Habana Vieja puede verse hoy a la Giraldilla, y donde quiera que aparece los habaneros la reconocen y sienten como un símbolo de su amada urbe y de Cuba misma.

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Y no puede ser de otra manera pues hace más de 380 años que forma parte de la historia de la Ciudad Maravilla, que era conocida como Villa de San Cristóbal de La Habana entre 1630 y 1634, época en que se supone fue creada y colocada la Giraldilla como veleta en la torre del Castillo de la Real Fuerza.

Se trata de la estatua de una hermosa muchacha vestida a la usanza del renacimiento español, en pose altanera y firme, que sostiene en su mano izquierda la Cruz de Calatrava y el tronco de una palma en la derecha, mide 110 centímetros de alto, tiene la falda recogida sobre su muslo derecho y en el pecho exhibe un medallón con el nombre de su autor Jerónimo Martín Pinzón, cuyo primer apellido se dice que es realmente Martínez de acuerdo los folios 430r-434r del Archivo Nacional de Cuba, según afirma el sitio maimenesgenealogia.blogspot.com.

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Sobrevivió como veleta sobre el Castillo de Real Fuerza por casi tres siglos, respetada por muchos huracanes, excepto el del 20 de octubre de 1926 que la arrancó de su pedestal y la hizo precipitarse al patio. Para proteger a la legendaria estatua estos fenómenos y de la acción corrosiva del clima, se le situó en el Palacio de los capitanes Generales y se colocó sobre la torre donde estaba, una réplica minuciosamente elaborada que es la que hoy se observa.

Su origen es realmente interesante y muy hermosa la historia de amor que se tejió alrededor de esta querida escultura y la persona que la inspiró: doña Isabel Bobadilla, esposa de don Hernando de Soto, quien fue Capitán General de la Isla en 1538.

Se cuenta que en ese año el Rey Carlos I de España nombró a don Hernando en el citado cargo y lo envió a la Cuba para gobernarla. Pero el objetivo más que gobernar a La Mayor de las Antillas, consistía en organizar una expedición a la Florida de la cual lo habían también nombrado Adelantado.

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Siendo consecuente con estas pretensiones don Hernando tomó posesión de La Isla, pero dejó como gobernadora a su esposa Isabel Bobadilla y marchó a la Florida. En un recorrido que duró dos años atravesó Georgia, otros territorios y el río Misisipi, según se dice, en busca de la Fuente de la Juventud. Pero una fiebre letal acabó con su vida antes de que pudiera lograrlo. Isabel, cuenta la leyenda, lo esperó, durante largas horas, todos los días, por años en la torre de vigía del Castillo de la Real Fuerza, hasta morir de amor.

La realidad revelada por el investigador Pedro A herrera López, sin embargo, es muy distinta de la leyenda, pues doña Isabel de Bobadilla, a quien efectivamente el fallecimiento de su esposo afectó mucho, no murió de amor, sino que regresó a España con sus acaudalados e ilustres familiares, llevando consigo los cuantiosos bienes que heredó de su fallecido cónyuge.

Pero tampoco pudo haber esperado por este desde lo alto de la torre del castillo, pues esa fortificación se erigió después de 1555, luego de que la antigua fortaleza fuese destruida por el corsario francés Jacques de Sores.

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Lo que sí parece cierto es que esta mujer, ejemplo de la esperanza y la fidelidad conyugal, inspiró a Gerónimo Martín Pinzón, artista habanero de origen canario, escultor y artífice fundidor, a esculpir en su honor a la Giraldilla de la que, según el sitio maimenesgenealogia.blogspot.com, se hicieron tres fundiciones que incluyeron cobre, oro, cera Campeche, hilo de hierro, plomo y cañones de mosquete.

Puede decirse que ella es como La Habana y la Habana como ella, tan antigua como firme y siempre bella, gallarda, seductora, maravillosa, auténtica y amada.