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La Quinta de los Molinos en La Habana, recinto ecológico lleno de paz y de historia

La Quinta de Los Molinos, lugar donde se halla el Jardín Botánico de La Habana, capital de Cuba, es un espacio de extraordinarios valores ambientales, históricos y patrimoniales al que se accede por la avenida Carlos III y que colinda con los municipios habaneros Cerro, Plaza de la Revolución y Centro Habana.

En ella radica además el Museo Máximo Gómez, quien vivió en este sitio que también albergó la residencia de descanso de los capitanes generales, enviados en la época colonial por España para gobernar la isla.

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Su nombre se debe a que existían allí dos molinos que se utilizaban para moler tabaco, muy demandado en España a finales del siglo XVIII y en toda Europa, y también para obtener rapé. Dichos molinos pertenecían a Martín Aróstegui, presidente de la Real Factoría propiedad del rey español. La denominación que se mantiene hasta nuestros días consta en el archivo de 1850, antes de esta fecha, sin embargo, se le llamaba Jardín de Tacón de acuerdo con un plano de 1843 y una placa de mármol enquistada en la pared de una antigua edificación que se levanta en el sitio.

Los molinos, cuya construcción comenzó en 1592 y culminó tras 27 años de labor, estuvieron funcionando movidos por la fuerza de la Zanja Real, también conocida como El Chorro, de una longitud de 11 kilómetros que trasladaba el agua hacia la urbe, atravesando la calle nombrada Zanja en su honor. Este fue el primer acueducto de ciudad hasta la segunda mitad del siglo XIX, el cual desembocaba en el Callejón del Chorro localizado en la otrora Plaza de la Ciénaga, hoy Plaza de la Catedral en La Habana Vieja.

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El territorio que abarcaba la quinta superaba grandemente el que hoy ocupa. Se extendía casi hasta la Universidad por el norte, llegaba por el noreste al hospital Calixto García que se nombraba en 1896 Alfonso VIII, al oeste alcanzaba hasta la calle G e incluía el Castillo del Príncipe y al sur se desplegaba hasta la avenida Carlos III(Salvador Ayende) y desde aquí hasta Infanta.

Importantes estudios sobre los animales y plantas del lugar fueron realizados por el científico cubano Felipe Poey Aloy a partir de 1920 y cuando desaparecieron los molinos del rey, se fundó aquí el Jardín Botánico de La Habana, el cual funcionaba anteriormente en el Parque de la Fraternidad Americana, situado a un costado del Capitolio Nacional.

Este privilegiado rincón verde capitalino atesora cerca de 170 especies vegetales, algunas endémicas de Cuba. Resalta, sin embargo, un árbol en particular cuyo nombre común es Bala de Cañón y el científico, Couroupita gianensis, un espécimen de la familia de las Mirtáceas en extremo raro en el país. Se dice que solo se conoce la existencia de 5 de ellos en todo el territorio nacional. Es oriundo de Panamá, Costa Rica y Brasil. Sus flores son hermosísimas y muy raras y los frutos asemejan a una bala de cañón de ahí el nombre que recibe la planta. Su tronco llega a tener una gran altura y de él cuelgan sus flores y frutos. Además de este árbol singular, existen en la quinta 66 especies de fauna silvestre que se asocian a la vegetación del jardín.

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En la actualidad este apreciado lugar se ha beneficiado con un proyecto ambicioso de rehabilitación, unido a un programa de desarrollo ambiental que involucra a la comunidad, los cuales son rectorados por la Oficina del Historiador de la Ciudad, y la Sociedad Patrimonio, Comunidad y Medio Ambiente. Se trata de convertir a la Quinta de los Molinos en un parque cultural a disposición de las comunidades circundantes como beneficiarias directas, que a la vez enfoca su trabajo en la educación ambiental de los habitantes de la urbe, mediante servicios de información científico técnica, talleres y cursos de superación, a la vez que favorece las investigaciones en la rama de la biología.

El lugar cuenta hoy con espacios como el Centro Comunitario de Información Ambiental y su aula ecológica; los senderos ecológicos, el Pabellón Cultural, las exposiciones de miniescosistemas, el Centro para el Desarrollo de la Ecuación Ambiental en el que existe una sala de proyecciones. Cada año se realiza, además, el Festival de Acuarios, donde aficionados y profesionales decoran peceras que luego son exhibidas aquí.

Visitar la quinta es una magnífica oportunidad para relajarse del ajetreo y el bullicio citadinos, fundiéndose con la paz y la naturaleza que reinan en este privilegiado pedazo de La Habana, que también cuenta importantes pasajes de la historia de esta Ciudad Maravilla del Mundo Moderno.

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