El Parque Central, donde toda La Habana parece ocurrir a la vez
El Parque Central, uno de los principales puntos de referencia de la capital cubana, abarca la manzana arbolada situada entre las calles Prado, Neptuno, San José y Zulueta, en La Habana Vieja, Patrimonio de la Humanidad.
Fue concluido en 1877 y adquirió su dimensión actual en el siglo XIX tras derribarse las Murallas de La Habana. Estaba entre los que poseían menos árboles y mayor proporción de pavimento. Pero en 1959 se le adicionaron más de estas plantas, esculturas y fuentes, según se afirma en Ecured
Hay en él árboles centenarios y senderos que llevan a otros espacios internos adornados con pequeñas esculturas y fuentes, alrededor de las cuales se ubican bancos de piedra y canteros.
Este popular sitio concebido como plaza pública, tiene en su centro la primera estatua de José Martí erigida en la Isla, obra de José Villalta de Saavedra, y está circundado por varias de las más notables, bellas e imponentes y edificaciones de la urbe y de Cuba: El Gran Teatro de La Habana Alicia Alonso, antes García Lorca y El legendario Hotel Inglaterra, entre los cuales surge el Boulevard de San Rafael; el Cine Payret actualmente en reconstrucción, El Edificio de Arte Universal del Museo de Bellas Artes, que fuera antes el Centro Asturiano.
También la rodean el nuevo elegante edificio del Hotel Gran Manzana Kempinsky de La Habana, antigua Manzana de Gómez, único cinco estrellas plus que tendrá Cuba y que está próximo a inaugurarse y los hoteles Parque Central , Plaza y Telégrafo. Este último ubicado en la famosa esquina de Prado y Neptuno que el maestro Enrique Jorrín inmortalizó en su cha cha chá “La Engañadora”. En cualquier punto del parque puede observarse la cúpula o la escalera del Colosal y magnífico Capitolio de La Habana.
Alrededor de la estatua de José Martí se despliegan 28 palmas reales que simbolizan el natalicio del Héroe Nacional. También se aprecian ocho jardineras o canteros que representan las tumbas de los de los estudiantes de Medicina injustamente fusilados el 27 de noviembre de 1871 por las autoridades españolas.
La vida fluye aquí de tal manera que La Habana parece estar ocurriendo a la vez aunque sin los habaneros como protagonistas: en el costado, frente al Payret se admiran y pueden rentarse llamativos autos norteamericanos de la década del 50 del pasado siglo XX muy bien conservados que son fotografiados o alquilados por turistas extranjeros;
coches de caballos que rememoran los de la época colonial hacen fila para llevar a los interesados, también foráneos, a pasear por la ciudad; un anciano que lee tranquilamente su periódico, jóvenes enamorándose, turistas que se preparan para tomar el autobús que los llevará a recorrer la urbe, ciudadanos que van a sus trabajos o regresan sus casas , niños corriendo, vendedores ambulantes.
A un costado de la estatua de Martí se escucha la perenne ebullición de la famosa Esquina Caliente de La Habana, donde tradicionalmente un conjunto de aficionados al béisbol, deporte nacional de Cuba, alborota, grita, bromea, discute sobre las jugadas, las estadísticas, pronostica cuál será el equipo ganador, qué jugadores están en mejor forma, juzgan las decisiones de los árbitros y managers, a veces de forma tan acalorada que apenas puede distinguirse alguna que otra palabra aislada, mientras los no cubanos pasan, se acercan y finalmente se van con cara de no haber entendido absolutamente nada.
