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El Castillo del Morro, símbolo, guardián y guía cuatricentenario de La Habana

Justo a la entrada de la Bahía de La Habana, Capital de Cuba y Ciudad Maravilla del Mundo, se levanta el Castillo de los Tres Reyes Magos del Morro, la fortificación más antigua erigida en América por los españoles, símbolo amado de la urbe y de toda la isla.

Morro 1

El Morro, como lo llaman los habaneros, y su faro, desde el risco que los sostiene, unidos en pose desafiante – como de darle el pecho a lo que sea–, y con obstinación imperturbable, han servido de guía a los navegantes por siglos. El fanal que existe hoy, sin embargo, fue levantado en 1844, en sustitución del original.

Su nombre se debe a los tres reyes magos, que eran adorados en la capilla del castillo y también a su ubicación en un peñasco o risco escarpado.

Morro 2

La edificación de la fortaleza comenzó, a la par que la del Castillo de San Salvador de la Punta, en 1589, bajo la dirección del famoso Ingeniero Juan Bautista Antonelli, por orden del rey Felipe II, quien la aprobó para dotar a la ciudad de una fortificación que volviera inexpugnable su puerto, el cual se encaminaba a ser el principal de la metrópoli española en el Nuevo Mundo. El proceso de construcción demoró 40 años debido la inconstancia, la mala administración e inestabilidad de los presupuestos, las diferencias entre ingenieros, gobernadores y alcaides, entre otras dificultades. Hasta ser finalmente inaugurada por el gobernador don Lorenzo Cabrera en 1629.

Morro 3

Sin embargo la inexpugnabilidad que se le creía, acabó en 1762, año en que la fortaleza fue atacada y ocupada por la escuadra naval británica comandada por el conde de Abermale, cuya artillería ocasionó serios daños a la farola del castillo y otras partes de este, en la que se conoce en la historia de Cuba como la toma de La Habana por los ingleses. Cuando la ciudad retornó a manos españolas, al año siguiente, se inició enseguida la reconstrucción del Morro, la cual fue liderada por Silvestre Abarca y Agustín Crame, ingenieros militares. Se dieron mayor altura y espesor a la superficie de las plataformas, parapetos y baluartes Se añadieron dos de estos, un camino cubierto, un foso, cuarteles, calabozos, aljibes, almacenes, todos los cuales se adaptaron a las irregularidades del terreno. Las baterías (cañones) Doce Apóstoles y La Pastora, se ubicaron por la parte que mira hacia la bahía en el nivel inferior, entre otras mejoras.

Morro 4

En medio de la torre del Morrillo se colocó el fanal original, el cual fue alimentado con leña hasta el siglo XVII, con gas a inicios del XIX, luego con aceite, hasta que fue demolido este faro y levantado otro por el Cuerpo de Ingenieros en 1844, al cual se le denominó Faro de O’ Donnell. En este se empleó un invento que revolucionó la iluminación marítima en la época. Se trataba de la linterna ideada por el ingeniero francés Agustín Fresnell, cuyos resplandores de 5 a 6 segundos de duración, eran visibles a 40 millas de distancia, gracias a lentes escalonados, una linterna central con forma de prisma octogonal y una máquina rotatoria. Cien años más tarde, en 1945, se electrificó todo el sistema de alumbrado del Castillo de los Tres Reyes del Morro.

Morro 5

En la década de los 90 del pasado siglo, se llevó a cabo una encomiable labor de conservación y rescate de la añeja fortaleza, que constituye uno de los íconos que identifica a Cuba, gracias a la cual sus espacios adquirieron funciones nuevas, fueron convertidos en galerías de arte, en sedes de eventos culturales y en sus baterías surgieron los restaurantes La Divina Pastora y Los Doce Apóstoles, y un bar, desde los cuales pueden disfrutarse de extraordinarias vistas de la Ciudad Maravilla y su litoral.

Morro 6

Hoy este anciano cuatricentenario sigue guiando los barcos, resistiendo huracanes y atrayendo, irresistible, la mirada cariñosa y agradecida de los habaneros, en su tránsito cotidiano hacia el trabajo o el hogar, así como la de los visitantes foráneos; quienes seguro no podrán irse sin visitar esa vieja fortaleza que adorna, con su romántico encanto, a la increíble ciudad que lo vio nacer para protegerla.

Morro 7