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El Parque Vidal de Santa Clara: el más vivo de los parques cubanos

Más de 3 siglos se han paseado por el Parque Vidal de Santa Clara, corazón y oasis de una de las ciudades más cautivantes de Cuba. Si de estampas hablamos en realidad no hay otra que distinga con igual precisión el espíritu y gracia de esta urbe, ubicada a algo más de 300 kilómetros de la capital del país.

En la que muchos consideran la ciudad más tolerante de Cuba, el Parque Vidal es una suerte de ágora moderna donde se dan la mano el marginal y el ilustrado, hablan de béisbol el ateo y el creyente, o el freaky y el travesti comparten un cucurucho de maní.

 

En sus predios se ubica El niño de la bota infortunada, una bellísima fuente que constituye el símbolo de la ciudad, además de varios monumentos, obeliscos y tarjas. Dado que Santa Clara es la única capital provincial que resultó atacada durante las tres grandes guerras cubanas, su centro se vio marcado por cada una de esas lides.

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De hecho, el actual nombre del parque honra al ilustre patriota independentista Leoncio Vidal Caro, abatido en el mismo lugar donde hoy se yergue en su memoria un busto de bronce esculpido en Italia.

En el centro del parque Vidal se ubica una hermosa glorieta del año 1911, sitio desde donde la banda provincial de conciertos deleita en las noches con sus interpretaciones, tal y como ha hecho por décadas y de manera ininterrumpida.

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Pero esta es solo una de las tantas manifestaciones artísticas que tienen lugar en torno a la mencionada plaza. Festivales de danza, teatro callejero, conciertos y desfiles de moda discurren a lo largo del año sobre los adoquines circundantes, y gozan de la entusiasta participación popular.

Como quiera que el parque Vidal es el pulmón verde de Santa Clara, son muchos los árboles que dan cobija al fatigado transeúnte en el eterno verano que se vive en Cuba. Con el objetivo de que la plaza siempre luciera florida se sembraron especies estacionales y de distintas procedencias, pero son los framboyanes con su color encendido los que siempre se roban la atención.

En las noches, y en un acto casi mágico, cientos de totíes y aves migratorias eligen pernoctar allí, y no son los únicos. Se dice que Santa Clara es una de las pocas ciudades cubanas que no duerme, y para el visitante es posible advertirlo entre los jóvenes que trasnochan guitarra en mano y bebiendo mojitos desde el Parque Vidal.

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La conocida inicialmente como Plaza de Armas fue el punto desde donde se trazaron en el siglo 17 las principales vías citadinas. Como era usual en las villas españolas en el nuevo mundo, apenas unos días después de la misa fundacional en 1689, se desbrozó un área rectangular de 1600 metros cuadrados en torno al cual debían erigirse los edificios de gobierno.

Si bien su fisonomía ha cambiado mucho desde entonces le queda inalterable esa condición de lugar de los más grandes acontecimientos para el santaclareño, desde sus orígenes las procesiones religiosas, las corridas de toro, los concursos de equitación, las obras de teatro y las peleas de boxeo fueron actividades comunes, a las que luego se añadirían otras más extravagantes como el ascenso en globos aerostáticos cuando se popularizaron en el siglo XIX o el emplazamiento transitorio de una réplica de considerable tamaño de la torre Torre Eiffel.

En el acogedor entorno de este parque declarado Monumento Nacional se encuentra el Teatro La Caridad, uno de los más renombrados de Cuba, y que fuera donado a los villareños por Marta de los Ángeles Abreu de Estévez, considerada la benefactora de la ciudad. Esta acaudalada mujer es recordada con una escultura en bronce de 1924, y que extrañamente da la espalda al transeúnte para mirar orgullosa al coliseo.

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Por su parte el Hotel Santa Clara Libre (Antiguo Santa Clara Hilton y edificación más alta de la ciudad) es el único que rompe el eclecticismo de predominancia neoclásica. En sus paredes de concreto aún se muestran al visitante las huellas de las balas que dejara la batalla liderada por el Che Guevara en diciembre de 1958.

Si el objetivo del viajero va más allá de disfrutar de las paradisíacas playas cubanas, el Parque Vidal, en Santa Clara, es uno de esos espacios envidiables para interactuar y conocer a nuestra gente con sus alegrías, desvelos, y sueños.