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La Playita de 16 ya no es la misma pero sigue conservando su profunda esencia habanera

Un auténtico sentimiento profundamente habanero evoca la Playita de 16, llamada así por estar situada precisamente donde coinciden las calles 16, 14 y primera, a solo dos cuadras del emblemático teatro Carlos Marx, en el municipio Playa de la Capital de Cuba.

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Su significado varía según la generación habanera de que se trate. Para los que hoy pasan los 40 el lugar evoca hermosos momentos de su adolescencia, cuando eran estudiantes y solían reunirse aquí, muchas veces a escondidas de los padres, porque era una especie de lugar de moda, perfecto para hacer amigos y divertirse.

Algunos de los nostálgicos de ella, ya no tan jóvenes, la recuerdan entre otras cosas como un lugar de "exhibición de hermosura y juventud".

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Y sí, era la playa de la juventud, al igual que la de Playita de 12. Donde se reunían adolescentes intrépidos que venían de cualquier parte de la ciudad, para quienes el diente de perro, las rocas y los erizos no eran obstáculos que limitaran la diversión, ni siquiera después de que una ola de las que suelen romper aquí con fuerza los lanzara y provocara alguna que otra magulladura y destruyera sus tenis. Sí porque descalzos, ni pensarlo, no había modo de bañarse allí.

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Pero es que ni antes, ni ahora se trata solo de zambullirse y alborotar, sino de disfrutar el mar y del ambiente de la Playita para que continúe respetando la misma esencia de lugar público de todos para compartir, con que los vecinos de esta emblemática costa un día la tomaron, y que luego se llenó de estudiantes de todos los barrios de La Habana y de pura vida.

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Hoy, especialmente en la temporada veraniega tal vez no se llene de adolescentes, que ya no son tantos ni los mismos porque el país ha envejecido, sino de personas también jóvenes– porque eso sí, para lidiar con la Playita de 16 se necesitan las habilidades de un cuerpo joven– que continúan considerándola y reconociéndola como una buena opción de disfrute.

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En el verano y los fines de semana suele estar concurrida, vendedores ambulantes ofertan sus mercancías, los aparatos inflables aparecen y se llenan de saltos y gritos de niños y los bancos, muros y aceras de la gente que llega lo mismo en guagua (ómnibus colectivo), en taxi, en sus propios transportes o a pie.

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Varias sombrillas hechas de guano, un establecimiento gastronómico que expende bebidas y alimentos, a veces con música estridente, los legendarios bancos de piedra y la familiar costa áspera de siempre con su romper de olas reciben a los visitantes.

PLAYITA 9

Desde 2015 surgió en el lugar una nueva opción más elegante y acogedora, la paladar (restaurante privado) 7 Días, fundado el 23 noviembre de 2015, que recibe su nombre de la canción de Kelvis Ochoa y Decemer Bueno que da nombre al filme cubano Siete días en La Habana.

PLAYITA 7

Su especialidad es la comida marinera al carbón y la casa donde radica perteneció a Martin Fox, dueño de Tropicana antes del Triunfo de la Revolución y fue Premio de Arquitectura en 1941. En el interior se halla una exposición de Ibrahim Miranda, uno de los 3 pintores cubanos con exposición permanente en el Museo de Arte Contemporáneo de Nueva York.

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Lo cierto es que sigue viva la Playita de 16, con visitantes más o menos adecuados y el mismo sabor de cotidianidad habanera que, a pesar de todo sigue seduciendo y cautivando.