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Castillo de Jagua: el embrujo de un atardecer en Cuba

Muchos afirman que no hay un atardecer en Cuba como el que puede divisarse desde el Castillo de Nuestra Señora de los Ángeles de Jagua, fortaleza de estilo renacentista, enclavada sobre una roca en la orilla occidental del cañón de la bahía cienfueguera.

Esta joya arquitectónica de la Cuba colonial, además de ofrecer impresionantes vistas del Mar Caribe, cuenta con un museo y un restaurante, y se encuentra a 238 kilómetros de la capital del país. Es posible llegar a ella desde la ciudad de Cienfuegos, mediante los ferries de pasajeros dispuestos para ese fin.

Más allá de cautivarnos como un balcón de piedras justo sobre el mar, o seducirnos con la leyenda de esa Dama Azul que merodea sus predios en las noches sin luna, el Castillo de Jagua fue escenario de combates navales contra embarcaciones piratas en el siglo XIX, y en la mayoría de las ocasiones logró rechazar al enemigo hundiendo las naves atacantes en los fondos marinos de la bahía.

Hoy como museo, a través de sus ocho salas principales nos ofrece la posibilidad de conocer los antecedentes socio-económicos y el desarrollo histórico de un inmueble que en 1762 ocupó un relevante lugar en la historia de Cuba, al ser la sede al mando militar español durante a la ocupación de la isla por los ingleses.

La fortaleza, declarada Monumento Nacional, se distingue por las tipologías arquitectónicas propias de la Edad Media europea, como son sus naves abovedadas y el foso perimetral, pero su adaptación al terreno costero y su base de trazado geométrico la convierten en una fortificación típica del nuevo mundo.

Su explanada central conduce a un puente levadizo que descansa sobre pilastras y ahoga la entrada principal, imposibilitando la comunicación con el interior. Dos garitas cilíndricas se encuentran al frente de la plaza mayor y funcionaban como atalayas mirando desde sus aspilleras a la bahía.

El portón es cuadriforme y está coronado por un arco abovedado como genuina expresión de la arquitectura renacentista. Una escalera espiral enlaza los dos niveles y nos lleva hasta el alminar cilíndrico con cubierta de cúpula, el punto más alto del castillo.

Antecediendo a la ciudad de Cienfuegos en casi cien años, la corona española decidió construir esta muralla defensiva en 1745 ante los continuos ataques de corsarios y piratas así como del imperio británico, convirtiéndose en la tercera fortaleza más importante del país, después del Castillo San Pedro de la Roca en Santiago y San Carlos de la Cabaña, en La Habana.

El visitante puede vivir a través de las salas expositivas los detalles relativos a las incursiones piratas en la zona centro sur de Cuba, a partir de las piezas que en su mayoría provienen de los hallazgos arqueológicos en los fosos de la edificación.

Esos objetos nos aproximan además a la fundación de la Villa Fernandina de Jagua, nombre con que fue bautizada originalmente Cienfuegos, declarada hoy Patrimonio Cultural de la Humanidad por la Unesco.

En su ambiente original el museo exhibe una detallada colección de proyectiles y piezas de artillería española. También se exponen porcelanas europeas, indumentaria doméstica de la época, y también planos y proyectos empleados durante el proceso de construcción de la fortaleza.